Anoche, salí
sigilosamente, irrumpí por la fuerza en casa de mi vecina, y la violé. Ella no
se escandalizó demasiado; ya que lo pienso bien, se comportó como una víctima
ejemplar, ni siquiera denunció los hechos. Pero mi conciencia es la que me
está matando, no entiendo mi propio comportamiento y creo que me estoy
volviendo loco: tan loco como el sonámbulo fumador que a veces pasa por el
frente de mi casa, o como el mendigo que pregona que, en este pueblo, la noche
hace aflorar los deseos más profundos del subconsciente.
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