miércoles, 28 de septiembre de 2011

VéRtiG0

Lucía era un señora temerosa de todo un poco, tanto de la oscuridad como de las arañas y la soledad entre otras; pero de nada tanto como de las alturas. Resultaba irónico, sino gracioso o desgraciado su lugar de trabajo. El rascacielos aparecía como uno de los más altos de la ciudad, y era su responsabilidad mantener aseados las plantas superiores de la estructura carente de paredes. Ese día, se atrevió a acercarse un poco más a los bordes, no gracias a un ataque de valentía sino a un memorando. Estando a pocos centímetros de los vidrios, su curiosidad la asaltó y se apoyó sobre la escoba para mirar hacia abajo; mientras imaginaba lo horrible que sería caer desde esa altura, vio pasar frente a sus ojos una figura humana en caída libre. El asombro hizo que su cuerpo retrocediera por si solo, como queriéndose alejar de una escena que ya estaba lejos -unos metros más abajo-. Su imaginación hizo estragos de la persona que había visto y su corazón falló por la impresión de lo que había imaginado; murió al mismo tiempo que el maniquí se estrelló contra el asfalto.

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